Reflexiones de nuestra directora médica, Carmen Hernández, de camino a Turkana en la Campaña Cirugía en Turkana de 2017
Voy de camino a Turkana. Un día como hoy hace 10 años comenzó mi aventura allí. Y aquel primer viaje cambió mi vida.
Y hoy recapacito sobre el camino recorrido y estoy satisfecha.
Satisfecha por el trabajo que día a día hacemos tanta gente en Madrid para repetir cada año este milagro de volver a operar allí.
Satisfecha por todos los nuevos caminos que hemos abierto desde aquel momento. Involucrando en primer lugar a mi familia y sobre todo a Joaquín, que ha dado un gran impulso a Cirugía en Turkana. Ha inventado, ha tenido que reinventar, ha hecho que Cirugía en Turkana sea cada vez más grande.
Y lo ha hecho a mi lado, en lo que es nuestro proyecto de vida. Lo que les trasmitimos a nuestros hijos, a nuestras familias, a nuestros amigos.
Satisfecha de haber trasladado Turkana a la Universidad, el mejor caldo de cultivo posible para obtener frutos en un futuro no muy lejano ya. Mis alumnos me han sorprendido. Cuando se mezcla ciencia, ilusión y mucho corazón con valores profundos estamos ante personas que van a cambiar el mundo. Esos son los alumnos de medicina de la Universidad Complutense. Valientes, honrados, capaces.
Voy a cumplir 51 años y se que no estaré siempre aquí. Por eso sueño con dejar lo que más quiero en manos de personas que lo harán mucho mejor que yo y que cuidarán de este proyecto y de otros muchos y le darán un enfoque no sólo científico, también humano. Y llevarán las nuevas herramientas del siglo XXI a los lugares remotos donde trabajamos. Y las cosas van a cambiar. A mejor, para todos.
Este mundo globalizado de contrastes irreales donde la pobreza extrema convive con la opulencia tiene que aquilatar las diferencias. Tenemos que aprender a querernos y a querer a los que nos rodean, sin importar su raza, religión, condición económica o cultural.
Esta última campaña es además para mí un gran regalo, nos acompañan dos personas muy jóvenes, Julia una de mis alumnas de la facultad de Medicina y Natalia, mi sobrina que aún no ha empezado su carrera universitaria. Veo en sus caras la emoción mezclada con cierto temor que yo misma tuve hace 10 años. Son muy valientes. Lo mismo que sus padres, que además me han agradecido la oportunidad que les brindamos al venir con nosotros.
Pero yo sé que ellas son la clave de esta campaña. Lo que vivan aquí puede condicionarles el resto de su vida. Nunca lo olvidarán. Y espero que se lo transmitan a los que les rodean y así, a modo de virus, vayan contagiando el espíritu de Cirugía en Turkana. Y seguro que así será porque Turkana es mágica.
Y es una parte de mi corazón, algo que quieres como quieres a tus hijos. Por eso tiene que seguir creciendo como muchas cosas más que como un simple proyecto quirúrgico. Y por eso tiene que quedar en el futuro en manos de buenos custodios que continúen el trabajo aquí, o donde quiera que haya otra Turkana. Para mejorar el mundo de tantos millones de personas que cayeron en el lado malo del mismo.
Para la mayoría de las personas de nuestro entorno la pobreza es algo que vemos en las noticias a la hora de cenar y hace que cambiemos rápido de canal. Para millones de personas la pobreza es su recorrido vital. Nacer pobre, vivir pobre, morir pobre. Y ellos no pueden cambiar de canal para escapar de eso.
Pobreza en recursos, en educación, en salud. Pobreza manipulable, pobreza explotable, pobreza que debilita al que la padece y le hace quedar atrapado en una red mortal.
Es como si medio planeta viviese una terrible condena mientras el otro medio lo ignora, o lo que es peor, lo contempla con recelo e incredulidad.
Muchos se lamentan por ello, pero sin dar un paso más. Y nosotros pensamos que si todos diéramos ese pequeño paso la situación podría modificar su curso. Nada es inexorable. Pero nos cuesta mucho. Y nos cuesta porque vivimos muy cómodos en nuestro mundo irreal.
La brecha es tan grande en pleno siglo XXI, que las generaciones venideras nos señalarán por eso. Por haber hecho de la ignorancia, el miedo y la indiferencia un muro largo y alto, imposible muchas veces de derribar o escalar.
Cuando abres una puerta en ese muro y pasas a los mundos de la pobreza descubres lo que hasta entonces te estabas perdiendo. Y llenas tu vida de ilusión, y la transmites a todos los que en tu camino deciden sumarse a este nuevo proyecto de vida.
Y esa ilusión con el paso de los años, aunque algunos no lo crean, permanece inmensa, lo mismo que el sol Turkana.
Gracias a todos aquellos que habéis decidido cruzar la puerta con nosotros y disfrutáis de los paisajes de Turkana a la sombra de las acacias. Juntos, todos seguiremos luchando para construir un mundo más justo y equilibrado.
Texto de Carmen Hernández